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Historia autónoma 1

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El pecado del guerrero veterano
(Graystripe x Silverstream)

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La luna llena colgaba como un faro en el cielo despejado, proyectando su luz plateada sobre el bosque que separaba los territorios de los clanes.

La noche, habitualmente silenciosa y oscura, estaba ahora bañada por un resplandor que resaltaba cada detalle, desde las hojas hasta los ríos, todo reluciendo con un aura fría, casi mágica. El aire era denso, cargado de humedad y algo más... una tensión palpable que parecía envolverlo todo.

Látigo Gris observaba desde las sombras, con los músculos tensos bajo el pelaje, cada fibra de su cuerpo alerta. Pero esta vez no era la emoción de la caza lo que lo mantenía en vilo. Era ella. Corriente Plateada. Solo pensar en su nombre le encendía el cuerpo. Su mente le advertía: esto estaba mal, era peligroso, estaba prohibido. Pero su cuerpo tenía otras ideas. La luz de la luna acentuaba las líneas de sus músculos mientras se movía, lento pero decidido. Sus ojos dorados, brillando como antorchas en la oscuridad, escudriñaban el horizonte, buscando alguna señal de ella.

El bosque estaba en silencio, salvo por el murmullo del agua del río cercano. Su mirada se posó en el lugar donde sabía que ella aparecería. Su respiración se volvió pesada, entrecortada. Su mente vagó hacia pensamientos que había reprimido durante días, imágenes de su piel rozándose con la suya, de sus cuerpos juntos bajo la misma luna.

Látigo Gris se humedeció los labios y cerró los ojos un instante, sintiendo la anticipación crecer en su pecho. La frontera entre los clanes, un lugar donde normalmente se aplicaban las leyes, ahora se sentía como un santuario para su deseo, un lugar donde las reglas no tenían cabida.

Finalmente, la vio. Corriente Plateada emergió de entre los arbustos al otro lado del río; su pelaje gris brillaba bajo la luz de la luna. Era aún más hermosa de lo que recordaba. La brisa nocturna le mecía ligeramente el pelaje, y cada paso que daba hacia el agua parecía una invitación silenciosa. Látigo Gris sintió sus garras clavándose en la tierra; su cuerpo ardía de deseo.

—Sabía que vendrías —dijo ella con una sonrisa traviesa que encendió algo aún más profundo en su pecho.

Sin pensarlo dos veces, Látigo Gris cruzó el río de un salto. El agua fría contra su piel solo avivó el calor que lo consumía por dentro. Al llegar a la orilla, se sacudió el agua del pelaje y se acercó a ella. No hubo palabras innecesarias. Los ojos de Corriente Plateada lo decían todo. Ella estaba allí por la misma razón que él.

Se acercaron, sus cuerpos apenas rozándose al principio, pero la electricidad entre ellos era palpable. Látigo Gris la miró a los ojos, esos ojos azules que lo habían cautivado desde el primer momento, y deslizó una pata para tocar la de ella. Corriente Plateada no se apartó; al contrario, sus labios se separaron ligeramente, su respiración era rápida y ansiosa.

—Esto es una locura —murmuró con voz temblorosa, pero no por miedo, sino por anticipación.

—Lo sé —respondió con un tono bajo y grave, tan cargado de deseo que sintió que su garganta apenas podía contener las palabras.

Entonces, sin esperar más, la empujó suavemente contra un árbol cercano, presionando su cuerpo contra el de ella, sintiendo el calor que irradiaba su piel. Sus bocas se encontraron en un choque desesperado, sus lenguas explorando con una necesidad que ambos habían estado reprimiendo durante demasiado tiempo. El beso fue ardiente, lleno de hambre. Látigo Gris sintió el cuerpo de Corriente Plateada temblar bajo el suyo, sus patas recorriendo su espalda, agarrándolo con fuerza.

—No deberíamos… —Silverstream jadeó entre besos, pero sus patas lo acercaron más, sus dedos se enredaron en su pelaje como si temiera que pudiera desaparecer en cualquier momento.

"No me importa", gruñó, mordisqueando suavemente su cuello, lo suficiente para hacerla gemir.

Silverstream arqueó su cuerpo contra el suyo, sus caderas presionando instintivamente hacia él, buscando más. Látigo Gris la agarró por la cintura, con las patas firmes sobre ella, y la giró para que su espalda quedara contra su pecho. El contacto de sus cuerpos fue como una chispa eléctrica. Podía sentir cada curva de su cuerpo, cada latido de deseo que emanaba de ella.

"Látigo Gris..." Su nombre salió en un susurro de sus labios, tan suave que casi no lo oyó. Pero el tono era claro. Ella lo deseaba, lo necesitaba.

Y él estaba más que dispuesto a dárselo.

Látigo Gris la miró fijamente, sus ojos dorados brillando bajo la luz plateada. Sabía que estaba mal, que estaban cruzando una línea que no debía cruzarse, pero el deseo era más fuerte que la razón. Dio otro paso, acortando la distancia entre ellos hasta que solo un suspiro los separó. Su pata se levantó lenta y vacilante, antes de posarse suavemente sobre la mejilla de Corriente Plateada; el calor de su piel se transmitía a través del tacto, y ambos contuvieron la respiración.

“No puedo evitarlo…” dijo suavemente, sus dedos trazando la línea de su mandíbula con una delicadeza que contrastaba con la intensidad que sentía en su pecho.

Silverstream cerró los ojos un instante, apoyándose en el tacto, dejándose llevar por la oleada de sensaciones que recorría su cuerpo. El cálido aliento de Látigo Gris le rozó la piel y un escalofrío le recorrió la espalda. La cercanía entre ellos era abrumadora, la atracción innegable.

“Tal vez… no estemos solos aquí”, susurró, pero sus palabras estaban teñidas de anhelo.

Sin decir una palabra más, Látigo Gris acercó su rostro al de ella, disminuyendo la distancia entre sus labios hasta que sus respiraciones se mezclaron, silenciándola con un cálido beso. El roce de su nariz contra la de ella fue un roce leve, pero contenía una promesa implícita. Corriente Plateada abrió los ojos, encontrando la mirada de Látigo Gris, y lo que vio la hizo temblar de deseo. Lo deseaba tanto como él la deseaba a ella, y ambos lo sabían.

El claro en el que se encontraban pareció desvanecerse a su alrededor a medida que sus cuerpos se acercaban, envueltos en la oscuridad y la luz plateada de la luna. Látigo Gris bajó con sus patas, sus dedos recorriendo el contorno del cuello de Corriente Plateada, descendiendo lentamente hasta su pecho, sintiendo cómo la piel bajo su pelaje se estremecía con su tacto.

Corriente Plateada jadeó suavemente, echando la cabeza hacia atrás, con los ojos entornados, al sentir las caricias de Látigo Gris como fuego líquido sobre su piel. Cada uno de sus movimientos era deliberado, lento y apremiante a la vez, como si quisiera memorizar cada centímetro de su cuerpo antes de adentrarse más en ella. El corazón de Látigo Gris latía con fuerza, respirando hondo, intentando mantener el control que sabía que pronto perdería.

—Eres... hermosa —susurró, inclinándose hacia ella, con la voz ronca por el deseo contenido.

Las patas de Corriente Plateada respondieron al toque de Látigo Gris, deslizándose sobre su torso, sintiendo los músculos tensos bajo su piel. Se movió contra él, buscando más contacto, más cercanía, mientras un susurro escapaba de sus labios.

“Látigo Gris...” Su voz era apenas audible pero estaba cargada de una necesidad que ya no podía ocultar.

Sus bocas finalmente se encontraron, el beso lleno de deseo acumulado, de una pasión que ambos habían intentado reprimir durante tanto tiempo. Los labios de Látigo Gris eran suaves pero firmes contra los suyos, sus patas se movían con una mezcla de ternura y urgencia, explorando cada rincón de su cuerpo mientras sus dedos se enredaban en su pelaje.

El tiempo pareció detenerse mientras su pasión crecía. Las caricias se volvieron más intensas, más exigentes. Látigo Gris la atrajo hacia sí, deslizando sus patas lentamente desde su cuello hasta su cintura. Corriente Plateada arqueó su cuerpo hacia él, con un suave gemido escapando de su garganta mientras sus cuerpos se apretaban más, más unidos.

La luna continuó presenciando su encuentro, bañándolos con su luz etérea mientras se sumergían en un torbellino de emociones y deseos reprimidos. El contacto entre ellos era una danza íntima, una exploración que ninguno quería terminar.

La luna colgaba en lo alto del cielo, proyectando su luz plateada sobre los cuerpos de Látigo Gris y Corriente Plateada, quienes, ajenos a las reglas y prohibiciones de sus clanes, se entregaron por completo a un deseo desbordante. El bosque que los rodeaba permanecía en silencio, como si los árboles y la tierra misma contuvieran la respiración anticipando lo que estaba a punto de suceder.

—Látigo Gris... —susurró Silverstream, con la voz quebrada mientras sus patas se deslizaban sobre su cuerpo, explorando cada centímetro de su piel con un fervor casi desesperado.

Los ojos dorados de Látigo Gris brillaban con una mezcla de adoración y lujuria. Su respiración era pesada y entrecortada, mientras sus dedos se enredaban en el suave pelaje de Corriente Plateada.

“No puedo parar…” murmuró con la voz ronca y cargada de deseo.

—No quiero que lo hagas —respondió ella con los ojos entrecerrados y un suave gemido escapando de sus labios mientras él movía lentamente su boca por su cuello.

Cada contacto de los labios de Látigo Gris con la piel de Corriente Plateada la recorría con oleadas de placer. Arqueó la espalda, presionando su cuerpo contra el de él, buscando más, deseando más. Su respiración se aceleró, se hizo más profunda, mientras su voz se convertía en una serie de suspiros y gemidos incontrolables.

—Ah... Látigo Gris... no pares... —jadeó, cada palabra entrelazada con el sonido de su placer.

Látigo Gris, sintiendo el calor de su cuerpo, respondió con un gruñido bajo, moviéndose con más intensidad, sus patas recorriendo cada curva de Corriente Plateada. Sabía que lo que hacían era peligroso, prohibido, pero ese mismo riesgo hacía que cada roce, cada susurro, fuera más intenso.

—Esto... —empezó, con el aliento caliente mientras le mordisqueaba suavemente la oreja, haciéndola gemir aún más fuerte—. Esto está mal, pero no puedo resistirlo.

Silverstream lo miró a los ojos, jadeando con dificultad. "¿Y si alguien nos ve?", murmuró, pero no había miedo en su voz, solo una mezcla de emoción y deseo. La mera idea de ser descubierta la hacía temblar bajo el de él.

—Que vean... —gruñó Látigo Gris, apretando su cuerpo contra el de ella, sintiendo cómo se fundían. Su boca descendió hasta su pecho, donde le dejó una serie de besos apasionados que hicieron que Corriente Plateada soltara un gemido más fuerte, aferrándose desesperadamente a su pelaje con las patas—. Quiero que el mundo sepa que eres mía.

—¡Ahh... sí! —gimió ella, incapaz de contenerse, moviendo instintivamente sus caderas contra las de él, buscando más de la sensación prohibida que la consumía. La idea de ser descubierta, de que otros la vieran en ese acto íntimo, solo aumentaba su deseo.

Las patas de Látigo Gris descendieron lentamente, recorriendo su espalda hasta las caderas, acercándola a él. Los gemidos de Corriente Plateada se volvieron más intensos, más desesperados, y su cuerpo vibraba de anticipación bajo su toque.

“Eres perfecta…” susurró, su cálido aliento rozando su piel mientras la miraba con ojos brillantes, completamente perdido en el momento.

Silverstream jadeó de nuevo, arqueando su cuerpo hacia él, incapaz de controlar los gemidos que escapaban de su garganta.

—Látigo Gris... más... por favor... —Su voz era apenas un susurro, pero cargada de deseo. Lo necesitaba más cerca, más profundo, más de él.

Látigo Gris, absorto en el momento, la empujó suavemente al suelo, entrelazando sus cuerpos, ignorando cualquier señal de alarma que su mente pudiera haber intentado sonar. Lo único que importaba en ese momento era ella, la sensación de su piel contra la suya, el sonido de sus gemidos llenando el aire nocturno. El deseo prohibido que los había separado ahora los unía de una forma que ninguno de los dos había previsto.

“Nos encontrarán…” jadeó Silverstream de nuevo, pero esta vez su voz estaba llena de una mezcla de miedo y emoción.

—Confía en mí... ¿de acuerdo? —gruñó él en respuesta, sus movimientos cada vez más rápidos, más intensos. Cada gemido que escapaba de sus labios lo volvía más salvaje, más decidido a continuar, a romper cualquier barrera que pudiera existir entre ellos.

El bosque que los rodeaba permanecía en silencio, como si incluso la naturaleza misma respetara este momento de pasión desenfrenada. La luna, testigo silencioso de su unión, brillaba con más intensidad sobre ellos, mientras sus cuerpos se movían al unísono, guiados por el deseo y el riesgo de estar juntos.

Los gemidos de Silverstream se intensificaron, volviéndose más fuertes y urgentes.

“Látigo Gris… ah… por favor… no pares…” jadeó ella, su cuerpo temblando de placer bajo el de él.

Látigo Gris respondió con un gruñido bajo, sus patas explorando su cuerpo con mayor intensidad; cada roce era una promesa de algo más profundo, más prohibido. "Nunca", respondió con voz ronca, mientras sus labios volvían a encontrar los de ella, acallando sus gemidos con un beso ardiente y apasionado.

La noche se sumió en un silencio reverencial, roto solo por los sonidos de la pasión desenfrenada de Látigo Gris y Corriente Plateada. Bajo la luz plateada de la luna, sus cuerpos se movían al unísono, sudorosos y entrelazados en una danza frenética.

Látigo Gris, con la respiración pesada y entrecortada, jadeaba mientras sus caderas se movían con una urgencia casi salvaje.

—Silverstream —murmuró con voz ronca, entre gemidos que escapaban de su garganta—. Dime cuánto te deseo.

Silverstream, con su cuerpo temblando bajo el torrente de placer, dejó escapar un gemido ahogado que rápidamente se convirtió en un grito agudo y descontrolado.

—¡Sí, Látigo Gris! —exclamó con la voz llena de desesperación y deseo—. ¡Más fuerte, más profundo! ¡No pares, por favor!

Cada embestida de Látigo Gris se sentía como una explosión de calor y fricción. El húmedo sonido de su unión llenaba el aire, acompañado de sus gritos y gemidos. Corriente Plateada gritaba con cada movimiento, sus palabras se mezclaban con gemidos salvajes. "¡Sí, sí, sí! ¡Dame todo, Látigo Gris! ¡Quiero sentirte hasta el límite!"

Látigo Gris, con los músculos tensos y el sudor corriéndole por la espalda, mordió suavemente el cuello de Corriente Plateada. Sus dientes se hundieron con una presión juguetona, provocándole un agudo grito de éxtasis.

—¡Te sientes tan bien! —murmuró, con la voz cargada de deseo mientras sus caderas golpeaban con fuerza contra ella.

Los gemidos de Silverstream se volvieron cada vez más intensos y desesperados, su cuerpo se movía en sincronía con los frenéticos movimientos de Graystripe.

“¡Sí, sí, sí!” gritó, su voz era un rugido salvaje mientras el clímax se acercaba con creciente intensidad.

El clímax llegó como una tormenta incontrolable. Silverstream dejó escapar un grito desgarrador de éxtasis, con su cuerpo convulsionando con una fuerza salvaje.

—¡Látigo Gris, sí, sí! ¡No aguanto más, estoy ardiendo! —Sus gemidos eran un rugido salvaje, su cuerpo temblaba con cada latido de placer.

Látigo Gris, igualmente atrapado en la ola de deseo, respondió con un gruñido profundo y primario, su cuerpo moviéndose con frenética intensidad.

¡Te siento tan bien, Silverstream! ¡Siente cómo te afirmo, cómo nos llevamos el uno al otro hasta el límite! Su voz era un susurro cargado de deseo mientras ambos alcanzaban la cúspide de su orgasmo.

Sus cuerpos se estremecieron en un clímax explosivo, sus gemidos y gritos de éxtasis resonaron en el aire. Látigo Gris se desplomó sobre Corriente Plateada, su cuerpo aún vibrando con los últimos vestigios de placer.

—Te amo, te deseo más que a nada —dijo entre jadeos, con la voz llena de cruda emoción.

Silverstream, todavía temblando, se aferró a él desesperadamente.

—Yo también te amo, Látigo Gris —susurró con voz temblorosa, pero llena de profunda vulnerabilidad—. Eres todo lo que siempre he deseado.

Permanecieron entrelazados en el silencio que siguió a la tormenta de placer, con el calor de sus cuerpos aún presente mientras la luna velaba por su intimidad. El bosque a su alrededor se sumió en el silencio, mudo testigo de su conexión visceral, mientras se abrazaban, dejando que el mundo exterior se desvaneciera en la intimidad de su unión.

Látigo Gris y Corriente Plateada se encontraron en un rincón apartado del bosque, envueltos por el calor de su encuentro. El aire a su alrededor estaba impregnado del aroma a tierra y un leve rastro de su reciente pasión. Se sentaron juntos, con la respiración agitada y el corazón aún acelerado.

Látigo Gris, mirando al suelo con una mezcla de preocupación y deseo, murmuró: «Sabes, esto ha sido... increíble. Pero ahora estamos en problemas. ¿Qué hacemos con todo esto?»

Silverstream, todavía con su pelaje alborotado y los ojos brillando con emoción compartida, se acercó a él, su aliento aún cálido.

Sí, ha sido... increíble. Pero sabes que estamos jugando con fuego. No podemos ignorar el riesgo. ¿Y si alguien nos descubre?

Látigo Gris la miró, la intensidad en sus ojos era tan palpable como el calor que aún sentían.

Lo sé. Cada vez que estoy cerca de ti, no puedo pensar en nada más que estar contigo. Pero debemos ser realistas. Si alguien se entera... será un desastre.

Silverstream le tocó la pata con un gesto que mezclaba cariño y angustia. «No quiero perderte, Látigo Gris. Cada momento contigo es perfecto, pero... ¿y si todo esto nos lleva al límite? ¿Estamos preparados?»

Látigo Gris la miró intensamente, como si intentara memorizar cada detalle de su rostro.

No estoy seguro. Pero lo que sentimos es real, ¿verdad? Quizás podamos encontrar una manera de proteger esto, de protegernos. Pero debemos estar preparados para lo que venga.

Se quedaron en silencio, con el peso de sus palabras flotando en el aire. El bosque que los rodeaba parecía contener la respiración, como si comprendiera el dilema de los dos amantes.

El sol comenzaba a salir, pero el cielo permanecía gris y nublado, reflejando la tristeza que los envolvía. La despedida rozaba la desesperación, y el bosque, que una vez había sido testigo de su pasión, ahora parecía un telón de fondo sombrío.

Látigo Gris se acercó a Corriente Plateada, sus ojos llenos de una mezcla de dolor y deseo.

Ha sido increíble, pero ahora... tenemos que separarnos. No sé cuánto tiempo durará ni si volveremos a estar juntos.

Corriente Plateada, con la cara aún húmeda por las lágrimas y el pelaje aún despeinado, tomó la pata de Látigo Gris con ternura. "Lo sé. Esta despedida duele, pero quiero que sepas que cada segundo contigo ha sido el mejor. Prometamos que nos volveremos a ver, pase lo que pase".

Látigo Gris la abrazó con fuerza, sintiendo el calor de su cuerpo contra el suyo.

Te lo prometo. Lucharemos por esto, por nosotros. No importa cuánto tiempo pase, te estaré esperando.

Silverstream lo miró con una mezcla de tristeza y esperanza, sus ojos aún brillaban.

Te amo, Látigo Gris. No importa dónde esté ni lo que pase, siempre llevaré conmigo cada momento, cada beso.

Se separaron lentamente, con una última mirada llena de promesas y deseos.

La distancia entre ellos crecía mientras caminaban en direcciones opuestas, dejando atrás el calor de su encuentro pero llevando consigo la promesa de un futuro donde podrían estar juntos nuevamente.

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